Los humanos somos seres sexuados por naturaleza ya que nuestro cuerpo es sexuado: los genes, las hormonas, la figura corporal, genitales y nuestra forma de reproducción son sexuados.
Cuando hablamos de sexualidad nos referimos a la actividad sexual, a la identidad sexual (el sentimiento de pertenencia a un determinado sexo), a la orientación sexual (se refiere a la atracción sexual hacia personas que pertenecen a un determinado sexo) y las preferencias eróticas (aquello que estimula el deseo y la atracción sexual de una persona con mayor facilidad), y podemos definir la sexualidad como una forma de energía que nos capacita para establecer vínculos de intimidad amorosa, sentir placer erótico y reproducirnos.
La sexualidad es una importante dimensión en la vida de todas las personas, y cada una tiene su propia manera de sentirla, expresarla y vivirla.
El desarrollo pleno de la sexualidad depende de aspectos fisiológicos, psicológicos, sociales, culturales, éticos, legales, históricos, religiosos y espirituales.
Para poder vivir la sexualidad de forma placentera, satisfactoria y segura es preciso conocer bien el propio cuerpo y saber que somos seres vulnerables. También es importante saber lo que nos gusta y lo que no nos gusta, escuchar nuestros sentimientos y emociones, comunicar adecuadamente nuestros sentimientos y deseos y poder marcar los límites que no queremos que se traspasen.
Disfrutar y decidir acerca de la propia sexualidad es un derecho de toda persona siempre que esta no vulnere los propios derechos ni los de las demás personas, y se ve asociada al disfrute del propio cuerpo, al autoconocimiento, a la intimidad y a la conexión personal e interpersonal.
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